Le dijo una vez la montaña al abismo:
"Yo, desde mis majestuosas cumbres tengo al mundo a mis pies. Contemplo los más bellos amaneceres y los más esplendorosos crepúsculos. La luz de la luna acaricia mi cuerpo y me siento parte de las estrellas porque casi puedo tocarlas. Es tan grande mi presencia que casi puedo sentir que toco a DIOS".
Y tu, insignificante abismo... ¿Qué haces allá abajo?
Y el abismo le contestó: "YO SOY QUIEN TE SOSTENGO".
Para que veas.... Sin la existencia de la piedra más pequeña, no se formaría la playa. Sin la existencia de un hilo, una alfombra no tendría tanta belleza y sin la existencia de la gota de agua, el océano no tendría su inmensidad.
Piensa... Toda la existencia y todos los seres somos indispensables y nadie está por encima de nadie.
Al caminar en la montaña aprendes que es menester la humildad. Tus ojos generalmente están mirando el camino, mirando la tierra, el pequeño espacio donde pondrás los pies, la roca donde te sostendrás por un instante, la arena donde te deslizarás. Esa gran caminata de días y kilómetros solo es posible con los pocos centímetros que abarcará tu paso al moverte, uno a uno. Y toda gran obra que se te ocurra soñar solo será posible con la sumatoria de muchísimas pequeñas acciones que le darán profundidad, vigor, soltura, belleza, salud y permitirán que fluya la energía de la sinergia haciendo casi milagros prodigiosos.
"Yo, desde mis majestuosas cumbres tengo al mundo a mis pies. Contemplo los más bellos amaneceres y los más esplendorosos crepúsculos. La luz de la luna acaricia mi cuerpo y me siento parte de las estrellas porque casi puedo tocarlas. Es tan grande mi presencia que casi puedo sentir que toco a DIOS".
Y tu, insignificante abismo... ¿Qué haces allá abajo?
Y el abismo le contestó: "YO SOY QUIEN TE SOSTENGO".
Para que veas.... Sin la existencia de la piedra más pequeña, no se formaría la playa. Sin la existencia de un hilo, una alfombra no tendría tanta belleza y sin la existencia de la gota de agua, el océano no tendría su inmensidad.
Piensa... Toda la existencia y todos los seres somos indispensables y nadie está por encima de nadie.
Al caminar en la montaña aprendes que es menester la humildad. Tus ojos generalmente están mirando el camino, mirando la tierra, el pequeño espacio donde pondrás los pies, la roca donde te sostendrás por un instante, la arena donde te deslizarás. Esa gran caminata de días y kilómetros solo es posible con los pocos centímetros que abarcará tu paso al moverte, uno a uno. Y toda gran obra que se te ocurra soñar solo será posible con la sumatoria de muchísimas pequeñas acciones que le darán profundidad, vigor, soltura, belleza, salud y permitirán que fluya la energía de la sinergia haciendo casi milagros prodigiosos.
Aprendes en la montaña que todo lo que bajas tendrás que subirlo de nuevo, al igual que todo lo que subas tendrás que bajarlo. Aprendes que siempre lo más difícil está cerca, o es, el último tramo. Aprendes que debes guardar fuerzas para ese tramo final y que el premio del momento de la llegada no es comparable a lo que has vivido a lo largo del camino, al disfrute que has tenido en esa marcha tan llena de trabajo y sudor.
Aprendes a disfrutar de la maravilla que nos ha dado el Creador al permitirnos contemplar y hacer vida con esta maravillosa naturaleza y comprendes, finalmente, que no siendo ni cumbre ni abismo, estas en lo alto y en lo profundo y tienes la capacidad de dominar el mundo.
Con humildad.
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