4.10.06

ME-2753 Los Andigenas


En el 2004 escribí este minúto referente a LOS ANDIGENAS.
El agua ya ha corrido bajo los puentes y es placentero leerlo de nuevo... como todo, son ilusiones que tuvimos cuando muy jovenes y que ahora recreamos ya en nuestra segunda y tercera y cuarta etapa...

Tuvimos un almuerzo el pasado 4 de julio, en uno de los sitios más bellos de Mérida. Frente a este balcón grandioso, la naturaleza, ese día, llenó de nieve la serranía. Nuestros ojos, maravillados, vieron como se fue poniendo blanca la montaña; parecía que nos saludaba y aupaba lo que tratábamos de hacer.
Reencuentro de los muchachos de la cuadra, de aquellos amigos que la vida nos puso en el camino cuando éramos unos muchachitos, cuadra larga que salía casi de Tabay y terminaba más allá del Mocoties.
La invitación corrió muy fácil, en la reunión donde nació la idea acordamos dejar que cada uno invitase a quien quisiera, de esa época.
Y así fue, hablamos con los amigos de la infancia y cada uno fue llamando a sus allegados. De pronto la lista fue demasiado grande y los coordinadores comenzaron a verificar el problema logístico de un reencuentro de este tipo. En resumen, gracias a los teléfonos e Internet, contactamos a personas en toda la geografía del país. Policromía de profesiones y ocupaciones, hijos, nietos, familias políticas, ahijados, padrinos, familiares de quienes nos darán la bienvenida cuando despeguemos de esta tierra. Amigos todos. Andigenas de esta tierra bendita.


Enfatizamos en que no queríamos ni política, ni religión, ni comercio, ni cualquier otra segunda intención, en lo que hablásemos o compartiésemos.

Porque queríamos recordar la “amistad” de aquella época donde nuestro único capital era nuestra palabra y “casi” no estábamos contaminados.

Queríamos hacerle honor a nuestro gentilicio y, al menos por un día, ser, estrictamente, Caballeros de Mérida.

Acudieron amigos de muchas partes, pero valió la pena el viaje y el gasto. Desbordamos la amistad sin caer en sentimentalismos. Sexagenarios curtidos por la vida recordando su transito común, solo los recuerdos gratos porque los ingratos son mal de muchos y no vale la pena darles vuelta.

Recordamos cosas como las peleas en "los pinos", tras la catedral, las novias, los equipos de fútbol, las excursiones a La Sierra, y por un día volvimos la vista atrás y entendimos que el hecho de haber crecido en estos lares ha sido para nosotros un regalo de Dios.

El año que viene… repetiremos.

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